Lo mejor es consumirlas molidas.
Las semillas vienen con su propio empaque natural: una cáscara dura que las mantiene frescas hasta por un año cuando se conservan en un recipiente hermético. Desafortunadamente, este empaque natural no es tan bueno para nosotros. Si consumimos las semillas enteras, es probable que salgan de nuestro cuerpo tal como entraron, lo que no nos brindaría ningún beneficio. Así que, si no compras las semillas molidas, asegúrate de masticarlas muy bien o triturarlas en un molinillo de café o especias, en un mini procesador de alimentos o en una buena licuadora. Una vez que están molidas, las puedes almacenar en el refrigerador por unos meses.
Las semillas de linaza molidas son mejores que el aceite de linaza. Las semillas son pequeños concentrados nutritivos y, al extraer el aceite, perdemos muchos de esos nutrientes. Además, no solo son ricas en lignanos, sino que también constituyen una fuente de hierro, zinc, cobre, calcio, proteínas, potasio, magnesio, ácido fólico y fibras solubles, que pueden disminuir nuestro nivel de colesterol y triglicéridos. También contienen boro, un oligoelemento importante para conseguir una óptima salud ósea. Con solo consumir el aceite, no conseguimos ninguno de esos nutrientes.
En las recetas del desayuno de cereales cocidos y de las hamburguesas de frijoles negros puedes encontrar dos de mis maneras preferidas de consumir semillas de linaza.
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Traducido por Leiza Leiva
